William José Delgado Alviárez.
Mérida, 29 de Enero de 1.993
ENTRE GENIALIDADES
Y DISPARATES...
o El
Loco Vicente
o El
Compadre Calazancio Raque
o Gustavo
Méndez, El Judío Errante
o Picotiro
o Juan
Ansia
EL LOCO VICENTE
Alto y delgado, de tez pálida y en gran
manera fuerte para su contextura física, de mirada profunda y de brazos largos
que hacían juego con su estirado cuerpo. Vestía a la usanza típica de su época;
su ocupación común, cuando la ejercía, era la de jornalero. Vivió agobiado por
la pobreza, y por falta de una familia que le tendiera la mano y le cobijara
bajo su techo; muchas veces durmió bajo la luz de la luna y de las estrellas y
el suelo por cama. Desde su juventud mostró signos de demencia, aunque nunca
pasó de ser un hombre travieso y divertido.
Se desconoce a ciencia cierta el lugar de su nacimiento y se suponía, a
principios del siglo XX , que había nacido en una finca aledaña a la ciudad de
Lobatera, hacia el año 1.835
Era célebre entre los habitantes de San Juan de Colón por sus frecuentes
anuncios de calamidades y por sus decisiones, no muy salomónicas.
Seleucio Maldonado, en su anecdotario * sobre San Juan de Colón, rescata
una de las historietas más populares
sobre nuestro personaje.
Para 1.880,
San Juan de Colón era apenas un pañuelito tendido en la extensa meseta
inclinada. Y, para colmo, cinco años atrás, el terrible terremoto del 18 de
mayo de 1.875, había hecho jirones la pequeña prenda de los colonenses. Pero
con amoroso cuidado, el pueblo zurcía empeñosamente su pañuelo que se
agitaba cotidianamente con el trabajo
como un saludo al esfuerzo.
Temeroso
de los sismos por una parte y por la otra porque las familias no le daban posada,
debido a las frecuentes crisis que sufría en los “pasos de luna” el loco
Vicente se había construido un rancho sobre una gran laja que había en medio de
los llamados potreros de las Vivas, al pie del barrio La Conejera.
Acostumbrados estaban los colonenses
a oír las extravagancias, los insultos de grueso calibre y los pronósticos
sobre desgracias del loco Vicente. Pero en esta mañana de 1.880, con el alba,
el loco Vicente despertó a medio pueblo.
Grandes eran sus voces de contento rubricadas por risotadas estridentes.
- Se quemó el rancho pero maté la cucaracha! ¡ja! ¡ja! ¡ja! “Se quemó
el rancho pero mala cucaracha.
-
Un pesero, asomado pero precavido,
haciendo que amolaba la cuchilla, preguntó al ruidoso madrugador:
--¿Qué es eso, ¡ chico!, de la
cucaracha y del rancho quemado?
--¡Qué va a ser! – contestó el loco--.
Una maldita cucaracha que no me dejaba dormir; que se me metía por las orejas y
por todas partes y yo no la jallaba. Pero le metí candela al rancho y la
condenada también se quemó.
--Hubiera visto cómo “traquiaba”.
Y siguió, todo el día, calle arriba y
calle abajo, gritando:
- Se quemó el
rancho pero maté la cucaracha! ¡ja! ¡ja!
¡ja! “Se quemó el rancho pero maté cucaracha.
San
Juan de Colón, Agosto de 1.991
*San Juan de Colón
Anecdótico, Páginas 15 – 16. Año 1.972
EL COMPADRE CALAZANCIO “RAQUE”
Su nombre: Calazancio Ramírez, y se puede decir que es el personaje
popular más representativo y típico de
San Juan de Colón de los siglos XIX y XX; en su honor se le asignó su
nombre a una carrera en la población de San Pedro del Río, su pueblo natal.
Seleucio
Maldonado Ramones, en su anecdotario* rescata para nosotros los colonenses y
para los amantes de la buena lectura,
tres preciosas y amenas historietas de nuestro personaje en cuestión, las
cuales comparto en este libro con los
lectores.
1
“ Como todos los personajes populares,
Calazancio Raque no tiene historia. Aunque si muchas historias. Unas verídicas.
La mayoría inventadas. Apenas sabemos de
él que divertía con sus “salidas” a los colonenses de fines y comienzos de
siglos.
Calazancio, a quienes todos llamaban
El Compadre porque así él apodaba a todos los que topaba; era además mujeriego
y macho. Y a cuenta de esto último se “chalequeaba” en muchas mujeres y en
muchos maridos. Pero como todo en esta vida tiene su contrapartida, un buen día
a él también lo “chalequearon”. Le enamoraron y le llevaron la mujer aunque con
su docena de muchachos.
Pero un día de mercado, por la calle
más larga de San Juan de Colón, iban a encontrarse ofensor y agraviado.
Calazancio subía y el raptor bajaba. En
un pueblo sin teléfono, todos se asomaban a puertas y ventanas ante el
inminente y cruento lance. Calazancio se había cobrado con creces todas las más
pequeñas ofensas. Esto iba a ser de espanto. La distancia se acortaba. Ya
Calazancio podía oír la respiración de su contrarío. Cuando ...
--Adiós compadre, lanzó Calazancio.
Llévemele saludos a su mujer y a mis hijos.
La inflexión en los posesivos
reemplazó las esperadas balas, las corajudas cuchilladas o los relampagueantes golpes.
2
“El compadre Calazancio Raque le jugaba
pésimas partidas a sus compadres colonenses. Y de éstas, todavía se recuerdan
muchas que se han ido transmitiendo de generación en generación.
Al compadre Calazancio le fue
entregada una mula por su compadre Antonio para que la llevara a Táriba a donde
el comprador. Diligentemente Calazancio fue y regresó, pero ... no se presentaba a rendir y entregar cuentas.
Pasados los días, lo enfrentó el
compadre Antonio.
--Caramba, compadre Calazancio, ¿usted
fue a
llevar la mula?
--Sí, compadre, yo fui a llevar la mula.
-- ¿Y se la entregó a don Santiago?
--Si, compadre, se la entregué a don
Santiago.
--¿Y don Santiago le dio las cuatro
morocotas?
--Si, compadre, don Santiago me
entregó las cuatro morocotas.
--¿Y qué hizo, compadre, con mis
cuatro morocotas?
--¡Ah! ¿No ve, compadre? ¡Ahí es onde
ta la vaina!
--Pues,
¡qué tronco e vaina me echó usted, compadre ¡
3
Calazancio Raque ... hizo su primer viaje a Cúcuta. Como el vehículo en
donde viajaba lo dejó frente a un edificio grande en donde se agrupaba
muchísima gente. Calazancio lo primero que hizo fue arrodillarse a la entrada y
con los brazos en cruz comenzar a orar devotamente, los ojos fijos en el
firmamento.
Un agente policial de guardia en el
mercado, que no era otro el edificio ante el cual rezaba Calazancio,
interrumpió el éxtasis del devoto y le preguntó que qué hacía él ahí.
--Pos rezando. ¿Acaso
las iglesias no son pa eso?
--¡Alas!
¡Vos dionde sos! – le dice el guardia colombiano--. No ta viendo que esta es la
casa de mercado.
Calazancio, que él mismo echaba este
cuento con toda la mala intención para con sus paisanos del municipio más
aledaño de la Capital
del Distrito Ayacucho, le contestó:
--
¿Yo? De San Pedro del Río. ¡Y eso que soy el más avispadito de ellos”
San
Juan de Colón, Agosto de 1.991.
*San Juan de Colón
Anecdótico. Páginas 7-10; 75-76. Año 1.972
GUSTAVO MÉNDEZ
EL JUDÍO
ERRANTE
Conocido en Colón, su pueblo natal, como
“El Judío Errante” por su vida nómada. Poseía una gran personalidad, aunque su
popularidad se debía en un 90% a su excentricismo. Gustavo Méndez, era un
individuo corpulento, como de 1,85 mts. de estatura y unos 95 Kgs. de peso.
Poseía una barba espesa y en su cara alargada resaltaban sus azules ojos,
cuales dos mares. Su pelo de color castaño claro, hacía juego con el color de
su blanca piel. Era por naturaleza “sumamente callado” y su vida discurría entre su hermetismo
personal y su creciente popularidad en su “San Juan de Colón” y aun en muchos
pueblos y ciudades de nuestra geografía venezolana.
Eximió acordeonista, que ante la promesa
de un buen “palo de brandy” ejecutaba magistralmente piezas musicales
conocidas, para sus benefactores. Otra de sus predilecciones era la de pintar
sobre el lienzo paisajes de hermosos parajes, que luego vendía en la plaza
Colón –hoy, Bolívar—los días de mercado.
Don Seleucio Maldonado, contemporáneo
con Gustavo Méndez, plasma en su anecdotario*,
cuatro pasajes de la vida y este excéntrico personaje colonense. A continuación presento ante los ilustres lectores, estas
cuatro anécdotas, contadas de ese modo tan natural y excepcional, conque solía
hacerlo Seleucio ...
1
“Gustavo Méndez es el hijo del Br. José María Costa. Este es uno de los
patriarcas de San Juan de colón: maestro, civilizador. Sacó el primer periódico
impreso, “El Precursor”, de la población norteña. Aquel, tarambana pero
extraordinario mecánico con rasgos a veces geniales.
Después de haberse desaparecido Gustavo del pueblo en el que apenas se
tenían noticias de que hoy estaba en Caracas, mañana en Buenos Aires y un buen
día en E.E.U.U., pasados 10 ó 15 años,
un buen día organismos y personas destacadas del pueblo recibieron sendos
telegramas:
Concejo del Distrito: Llego
próximo domingo –BANDA- Gustavo Méndez.
Carlos Casanova: Próximo domingo ésa – Espérame amigos Sanjuana –
Gustavo.
Marcos Sanabria: Aterrizo domingo ésa – Prepara cerveza – Gustavo.
Luis Márquez: Prepara cohetes desfile. –Domingo ésa—Gustavo.
Y así a tres o cuatro colonenses más les anunció su llegada y les pedía
algo para la mayor lucidez del reencuentro. Los citados no sabían qué hacer.
Conocieron las trastadas del Gustavo muchacho. Pero si venía convertido en un
gran señor; un ... bueno, se dijeron, es hijo de don José.
El recibimiento fue apoteósico. Al gusto del hijo del pueblo que
regresaba.
Días después la población vio a
un Gustavo que organizaba un localito para hacer y expender helados de
barquilla”.
2
En
una de sus apariciones en San Juan de Colón, después de sus largas escapadas
que hicieron que el pueblo lo llamara “El Judío Errante”, Gustavo Méndez
organizó en las afueras de la población, en una corraleja propiedad de su padre
el Br. José María Costa, lo que él llamó “Rancho Fresco”. Un sitio de
recreación campestre. Con mesitas para juego. Veladores para cerveza. Los
alrededores con caminitos con nombres
exóticos: Manhattan, Campos Elíseos, etc.
Una de las atracciones anunciadas por
Gustavo era El Mirador.
¿Un mirador en medio
de un bosque de gigantes y centenarios árboles? Al compilador de estas anécdotas,
para ese momento seminarista, le pareció rarísimo. Se arregló su traje talar.
Calzó su tejo, recorrió los dos o tres kilómetros que separaban a Rancho Fresco
del pueblo y…
--Gustavo! ¡Vengo a conocer tu Rancho
Fresco y tu mirador!
Nos llevó ante un guamo al que él
había quitado todas las ramas y provisto de travesaños a manera de
perpendicular escalera.
--Bueno, Gustavo -- le dijimos --, ¿qué se puede ver desde aquí?
--Mira, Seleucio. Tú no sabes ni debes
saber de estas cosas. Pero tú invitas a una mujer a que suba y .¡lo que verás!
¡Por
de más está decir que el seminarista tuvo que ir a confesarse esa misma tarde
3
“No se crea que nuestro personaje
es un desconocido en Venezuela. O un pintoresco personaje parroquiano apenas.
En estos últimos diez o quince años ha recorrido a pie toda la nación. Y se ha presentado en estaciones de radio y
televisión. Y ocupado páginas de periódicos y de revistas que lo han hecho, en
varias oportunidades, objeto de interesantes reportajes.
Porque Gustavo Méndez, un buen día se
decepcionó de los hombres. Y sin buscarse un perro, se echó a andar por esos
caminos de Dios.
Se dejó crecer la blanca barba y el cano
pelo. En medio de aquella maraña azulean
sus grandes ojos. Calzó sandalias con suela de caucho porque las de
suela suponían la muerte de una res. Por
lo mismo nunca se sienta en una silla de cuero. Se echó al hombro un morral con
mínimas pertenencias y a vivir, desde entonces y hasta ahora, a la vera de los
caminos, junto a las quebradas, debajo de los puentes.
Gustavo renunció a todo. Comentaban en el
pueblo, su pueblo San Juan de Colón, que lo había trastornado la lectura de la Biblia. ¿Tal vez por ella
renunció a todo? Menos a su acordeón. Nunca se ha desprendido de ella. Y cuando
se le ha perdido o algún malvado se la ha robado, va a cualquier parte, recurre
a alguno de sus coterráneos pudientes y la recupera. El instrumento musical lo
toca maravillosamente bien.
La última vez que lo vio Venezuela fue
en un programa de Radio Caracas Televisión. Contó su fantástica historia desde
su nacimiento de un explorador francés y de una princesa goajira, Juzgó a la
juventud. Habló de hippies y de drogas. E interpretó en su acordeón bellos
valses andinos, tangos llorones y la inmortal Alma Llanera.
Quisimos saludarlo. Hablarle. Pero cuando lo abordamos en el
trasestudio::
--Je ne comprends
pas! – nos soltó.
Y llamado al vigilante:
--Querer
esté “volé” mon acordión!”
“
Con las anécdotas sobre Gustavo Méndez se
podría hacer un grueso folleto. Sus genialidades son muchísimas. Antes
dijimos que era un excelente mecánico. Y es verdad. Si se hubiera dedicado a
estudiar. Si hubiera nacido, o si se hubiera quedado a vivir en EE.UU., por
ejemplo, nada de extraño tendría que la prensa, la radio o la televisión, en
vez de presentarlo como un caso curioso y a ratos objeto de hilaridad, lo
mostrase orgullosamente como un gran inventor..
Nosotros lo consideramos como el adelantado en materia publicitaria en
venezuela.
Hace muchos años comenzó a aparecer en
los periódicos caraqueños, un avisito en donde Gustavo Méndez ofrecía máquinas
para hacer lochas. En la propaganda se las echaba de moralizador. “No pida
lochas” decía. “Haga lochas”. El precio de las máquinas de hacer lochas era
modesto.
Muchos fueron a conocer las famosas
máquinas. En su taller de San Martín él las mostraba funcionando:
Se trataba de una máquina
efectivamente pero para hacer ... algodón de azúcar que en ese entonces él
vendía a locha.”
San
Juan de Colón, Septiembre de 1.991
San Juan de Colón Anecdótico. Páginas 35 – 42. Año 1.972
PICOTIRO
Nuestro ilustre escritor y periodista,
Seleucio Maldonado Ramones, en la oportunidad de pronunciar el discurso de
orden* como homenaje a la primera promoción de bachilleres, egresada del Liceo
Nacional “Tulio Febres Cordero” se refiere al citado personaje de la siguiente
manera:
“
Picotiro, viejecito catire y rechoncho. Descalzo y con un pollero en cada hombro donde guardaba los mendrugos que le
daban para alimentar --decía nuestra
imaginación—a los muchísimos lagartijos que poblaban el potrero en donde tenía
su choza. Su bastón de peregrino de nuestras largas y anchas calles, se
enarbolaba rabioso cuando los muchachos, desde las esquinas de la malicia, le
gritaban al paso:
|
Esto es lo poco que se pudo rescatar de
este singular personaje, gracias a la acuciosa pluma de Seleucio. Por lo que se
desprende de este párrafo Picotiro era
un personaje de este siglo, afectado de trastornos mentales y asediado por la
pobreza. Su descripción física corresponde a la del campesino andino. Y como
todos los personajes de este género – o la gran mayoría – era un andante
“obligado” por la imperiosa necesidad de proveerse alimento para su
subsistencia, lo cual le reportó hacerse conocido en todo el poblado colonense
y con su popularidad llegaron las anécdotas, los chistes y las especulaciones
sobre su vida y sus actos.
San Juan de
Colón, Septiembre de 1.991.
*Discurso de orden publicado en un folleto titulado “De
JUAN ANSIA *
“Es un pueblo como San Juan de Colón, que
paseó su nombre en las cargas de café de miles de mulas y que después
presenció la llegada de los camiones
para idénticos menesteres, no podía faltar el caletero. Juan Ansia fue el más característico.
Se acabaron las bestias de carga. Se redujo el tráfico cafetalero. Pero Juan
Ansia se quedó en Colón como el prototipo del caletero. Todo lo que ganaba se
lo bebía. Seguramente añorando los buenos tiempos en que un guarapo se pagaba
con una morocota. El pueblo lo tenía como algo suyo y le prodigaba cariño y
atenciones:
|
Así
decían las décimas en los programas de alguna misa de aguinaldos. Eran la
imaginación y el afecto populares, fantaseando transportes aéreos que indicaban
que Juan Ansia estaba enraizado poderosamente, definitivamente en aquella
tierra y que nunca más volvería a la de los cardones y tunas.”
San Juan de Colón,
05 de Marzo de 1.992.
* “De la Mano
de Don Tulio”
Seleucio Maldonado R. Páginas
11-12. Año 1.964
EL BOBO OTERO
|
LUIS FRANCISCO OTERO CACERES
a la derecha tocando
guitarra
MÁXIMO
El día 27 de abril de 1.980, a las once de la
mañana, en la sala de emergencias del hospital Nuestra Señora de las Mercedes,
dejó de existir, tal vez el personaje típico más conocido de las décadas de los
años sesenta y setenta.
El acta de defunción, asentada en el
libro correspondiente al año 1.980, hace constar que el único nombre que se le
conocía, era el de “Máximo”, del cual “se desconoce su fecha y lugar de
nacimiento, no dejó hijos, ni bienes. Y que había muerto de “disnea o
insuficiencia respiratoria”.
En verdad, muy poco se conoce de este pintoresco personaje, que sembró el terror en muchos niños, cuando Antaño recorría diariamente las calles de San Juan de Colón con un costal a las costillas.
Máximo La Loba *, como se le conocía, desde temprana edad,
posiblemente sea hijo de una difunta Sra. que vivió en el barrio La Esperanza , frente al
edifico Rental, llamada “Jovita” quien atendía las necesidades elementales de
éste. Muchas veces caminaban juntos, por las calles de San Juan de Colón y
caminos del campo aledaños a la ciudad.
En esos días Máximo hizo amistad con la
familia Ramírez Colmenares, que residía en una finca en la zona llamada Pico e`
Vela. A la muerte de su presunta madre, la Sra. Jovita , comenzó a
visitar con más regularidad a la citada familia, cuyos miembros comenzaron a
recibirle como a uno más del núcleo familiar; a la señora Flor y al Señor
Casimiro, jefes de la familia comenzó a llamarles “Ma y Pa” respectivamente,
queriendo decir en su media lengua, ya que era tartajo, “mamá y papá”. Ellos le
prodigaron en verdad, un trato como de hijo, Las muchachas, hijas del citado
matrimonio Ramírez Colmenares, saltaban de alegría al verle llegar a la finca
propiedad de la familia, pues Máximo, era un buen compañero de ellas, quienes
le querían como hermano, y éste les ayudaba en sus que haceres tales como, la recolección
y carga de
leña, de yuca y de guineos.
Ellas para corresponder a su buena voluntad de ser útil, le arreglaban la ropa,
le cortaban el pelo, le preparaban comida, le daban alojamiento en blanda cama, le facilitaban la pieza de baño para su
aseo, y lo más importante le defendían de sus burladores. Y así fue naciendo la
amistad pura y verdadera entre estos seres, de “mundos intelectuales
diferentes”, hasta que la muerte logró, con sus negras garras separarlos.
Cuando Máximo venía a la ciudad, con
su costal donde metía ropa vieja, pedazos de arepas, pan y juguetes que
encontraba tirados en la calle, era vilmente burlado por los jóvenes, que
disfrutaban con su rabia y con su humillación. Al gritarle su apodo de “la
loba, la loba” ... “Máximo se enfurecía y optaba por defenderse con palabras
airadas y lanzándoles piedras que hallaba en la calle –y no en su costal, como
muchos creen-- los niños pocas veces se
metían con él, pues con sólo verlo se llenaban de pánico y huían del lugar por donde él transitaba..
Muchas personas menesterosas de la ciudad, le tendían su
mano, para prodigarle un plato de comida, un vaso de agua, o una taza de café
que él entre receloso y agradecido aceptaba..
Máximo, era en apariencia un hombre
físicamente débil, como de 1,50 mts. de estatura y unos 40 Kgrs. de peso, lo
cual resultaba falso en la acción, pues muchas veces ayudaba a la familia
Ramírez Colmenares a cargar pesados bultos de guineos, yuca o leña desde Pico
e` Vela hasta el mercado de San Juan de
Colón. Su cara era fea, y su pelo enmarañado, caminaba de prisa con su pecho un
poco tirado hacia adelante, su cara se poblaba de una barba escuálida, sus
orejas y nariz eran medianas, sus ojos de color negro intenso eran brillantes y
sagaces. Siempre era receloso, tal vez de allí se debía su nerviosismo. Vestía
con ropa remendada, que muchas veces cargaba por días y días, sus pies lucían
pequeñas cotizas de caucho unas veces y otras, grandes zapatos que le regalaban
o que encontraba en la calle tirados.
Dios quiera que Máximo al emprender su
última andanza, hacia la eternidad un día logre encontrar la paz que en este
mundo nunca estuvo a su alcance por su estulta
condición natural. Tal vez allá en el cielo, Dios llene su “costal
compañero” de tiernas bendiciones como recompensa a su resignada vida terrenal
donde sólo halló el sufrimiento y la desdicha, en un mundo que se ha sumido en
la irreverencia hacia los seres humanos menos privilegiados física, mental y
económicamente. Ya no escuchará más su feo y burlesco apodo de “la Loba ”, sino los acordes de áureas arpas y
hermosos himnos de las huestes celestiales en tributo hacia el creador del
universo...
|
GRILLO
Su nombre: José Candelario Guerrero Pineda, nació en San Juan de Colón, Táchira,
el día 2 de febrero de 1.910*, siendo
sus padres don Simplicio Guerrero y doña Maximina Pineda. Perteneció a una
familia integrada por nueve hermanos, que se dedicaban a las labores propias del
campo.
José Candelario, conocido
popularmente como “Grillo” trabajaba por su cuenta en el campo, y de feria en
feria como vendedor de helados y dulces. Era un hombre, más o menos cuerdo,
trabajador incansable, dicharachero, de buen sentido del humor y de espíritu apacible.
Frecuentemente se le veía peregrinando por las calles del poblado, con un costal al hombro, donde
muchas veces cargaba mendrugos de pan, caramelos y una que otra pieza de ropa
usada, que le regalaban.
También se
distinguía por ser un fino músico, en especial manera, se le notaban aires de
“maestro” cuando ejecutaba con destreza bellos acordes en su bien cuidado
tiple. En los días de la “Candelaria” celebraba por todo lo alto su cumpleaños.
Mataba gallinas y repartía “miche” a diestra y siniestra, del cual, buena
cantidad retornaba a sus manos, para ir a parar en su sedienta boca, que aunado
a su continuo mascar de chimó, le hacían
agarrar unas “fumas”, que le iban minando, cada vez más, su débil cerebro.
Era un
hombre de mediana estatura y de unos 55 Kg . de peso. Cuidadoso de su vestimenta,
prefiriendo la ropa de color caqui, además de ser aseado en extremo. José
Candelario Guerrero, contrajo matrimonio,
con Marcelina García, de esta unión no quedaron hijos.
El popular Grillo, toda la vida fue un faldero
de su señora madre, con la que pasaba gran parte de su tiempo. Ésta le
prodigaba un cuidado amantísimo que llenaba su vacía vida. Y es allá, en su
maternal hogar de Las Flores donde José Candelario, pasa sus más felices días,
bajo la mirada protectora de su progenitora. Grillo, era un tomador de pelo reconocido en San Juan
de Colón. Dejó un buen cúmulo de
anécdotas. Todavía se recuerda la forma, tan particular conque él enfrentaba
las vicisitudes de la vida.
.
Cuando peregrinaba por las calles de San Juan de Colón y sus alrededores
solía amarrar las bestias que deambulaban, al igual que él, por el poblado las cuales usaba como
cabalgadura o simplemente como compañeras de peregrinación
Llegó el día en que José Candelario, se convirtió en un loco furioso y
hubo de ser sometido, por su señora madre Maximina Pineda a un forzoso
confinamiento hogareño.
Muchas veces con ayuda de familiares o
amigos su progenitora se vio obligada a amarrarlo, para evitar que se escapara de
su domicilio y pudiese hacerle daño a persona alguna
Ya en este estado, con daños
cerebrales irreparables, muchas veces se
escapó de la casa de su señora madre, y se dedicó a recorrer las calles de San
Juan de Colón, descalzo, andrajoso y malhumorado. En esta etapa de su vida, ya
no conoció una residencia fija, dormía en muchos sitios de la ciudad; en el
hospital, en la aceras del cuartel, en las inmediaciones del mercado y en
cualquier parte donde le sorprendiera la noche.
La muerte le sobrevino el día 28 de Abril de 1.976, a las cuatro de la
tarde, cuando un vehículo lo arrolló en la Avenida Luis Hurtado
Higuera de San Juan de Colón.
San Juan de Colón,
27 de Marzo 1.990.
PABLITO... EL ETERNO ENAMORADO
Propiedad del
cantautor Jaime Rangel.
¿Cuántas
veces vimos al simpático y buen mozo personaje llamado “Pablito” con un clavel o una rosa en la mano, en
afanes de conquistador de tiernos corazones de hermosas princesas colonenses? o
¿Cuántas veces nos detuvo en una esquina o en cualquier calle de nuestro
pueblo, para pedirnos opinión sobre sus idilios? o simplemente ¿Cuántas veces
nos comentó sobre sus nuevas conquistas?
Pablito,
como popularmente lo conocimos los colonenses, nació el día 28 de enero de
1.945, en Caliche, jurisdicción del municipio Ayacucho. Sus padres fueron el
Sr. Valentín Gómez y la
Sra. Florinda castro y en la pila bautismal recibió el nombre
de Pablo Gómez Castro.
Pablito no
asistió a la escuela, al igual que muchos campesinos de nuestros campos
aledaños, pero a pesar de eso, en el seno de su familia adquirió buenos modales
y preciados principios de educación, que alentaron en su alma la nobleza, el
honor, el respeto por sí mismo y por sus semejantes y el amor por la vida.
También aprendió a firmar su nombre y
aunque no sabía leerlo, se sentía complacido de estampar su firma delante de
sus amigos y amigas, quienes a su vez le expresaban sus felicitaciones por tan
diligente esfuerzo en pro de adelantar en la vida.
Pablo Gómez Castro, era un hombre jovial,
divertido y optimista ante la vida. No profería ni quejas, ni maldiciones, ni
era dado al lenguaje obsceno. Antes bien, su actitud positiva y su manera
pintoresca de enfrentar las vicisitudes de este mundo, desarmaban los
prejuicios sociales que alguien pudiese tener en su contra.
Pablito físicamente era apuesto. Medía
1,70 de estatura y pesaba como 70 Kgs, su porte era elegante; siempre fue un
hombre aseado, y bien vestido. Usaba normalmente paltó y corbata, que le daba el aspecto de
“señor de alta sociedad”, sus zapatos lucían brillantes ante el buen lustre a
que les sometía. Su cara era risueña y bonachona. Era bien parecido y guapo,
sus negros ojos y su lacio pelo azabache, contrastaban con su blanca piel. Sus
orejas eran medianas, su nariz un poco gorda y alargada sin exageración, su
frente amplia y sus cachetes rellenos, en si, sin ser un feo reconocido,
tampoco llegaba a la categoría de bonito. Lo que si hay que dejar constancia es
que su personalidad y su físico despertaban simpatía y admiración.
“Yo soy
aseado ... y las muchachas me quieren”.
“Yo soy señorito, y cuando me case voy a tener
dos hijos: un varón y una varona”.
Eran
palabras que repetía constantemente a su familia y amigos. Muchas mujeres de
nuestro pueblo fueron cortejadas por este “Don Juan Colonense”. Quien las
deleitaba con hermosas palabras y obsequios sencillos como flores, caramelos,
frutas y hasta fotografías suyas.
A veces,
cuando transitaba por las calles de San Juan de Colón se detenía a observar a
los muchachos jugar trompo y metras. Y al final él también se incorporaba, pues
fue excelente jugador de trompo y metras. Con la coca – perinola -- en las manos era un artista. Y hacía de su
juego una diversión para quien lo contemplaba, pues al llegar a encocar cien
veces sin “pelar”, iniciaba nuevamente el rápido conteo porque apenas se sabía
los números hasta la centena.
En casa de la Sra. Carmen Flores,
ubicada en la
Urbanización Los Chinatos de San Juan de Colón fijó su
residencia por muchos años.
Los últimos meses de su vida decidió pasarlos
en casa de su hermana paterna Sra. Cristina Gómez, ubicada en La
Blanca a un costado de la carretera panamericana. Allí, ya
tocado por la terrible enfermedad que le minó paulatinamente su preciosa
existencia, fue objeto de tierno cuidado y de esmeradas atenciones que su
amantísima hermana, le prodigaba en afán de aliviarle su aflicción.
Un día, su condición física empeoró; con
urgencia fue trasladado al hospital de San Juan de Colón donde fue internado
...
El 2 de
septiembre de 1.989, se apagó su tierno corazón de enamorado. Su cuerpo fue
enterrado en el cementerio municipal de San Juan de Colón.
Pablito,
dejó un hondo vacío espiritual entre quienes conocieron sus andanzas y afanes
de “Don Juan”. Siempre será recordado con nostalgia, porque su alegría y su
presencia señorial, se desvaneció para siempre, en las brumas densas de la
temida y espantosa muerte.
Ya no
alegrará las mañanas de sus seres queridos, ni las tardes de las amadas
princesas de sus sueños. Las noches, ya no le oirán ensayar su románticas
palabras con las cuales al siguiente día “rendiría” a su nuevo amor.
¡Descansa
en paz Pablito! Que Dios, en su infinita misericordia te permita entrar un día
a su gloria, y que allí, en medio de sus santos ángeles, tu corazón pueda
brindarle, al Supremo Creador, como en otrora lo hiciste con las hermosas
princesas colonenses, tu amante corazón
y tu amor desinteresado...
San Juan de Colón,
02 de Mayo de 1.992.
SENOVIA LA PANADERA.
Se le veía
en todas las actividades festivas de nuestra ciudad, San Juan de colón,
especialmente en el renombrado desfile de ferias en el mes de junio en que se
celebran las fiestas patronales en honor a San Juan Bautista.
Senovia,
era una mujer de baja estatura, como de unos 1,50 mts. y unos 60 Kgs de peso.
Pudiéndose considerar como “gordita”, sus cacheticos eran rellenos, lo cual
daba a su cara un aspecto de “redonda”.
Vestía
pulcra y aseadamente; sus vestidos eran de buena confección y de colores vivos.
Era una mujer totalmente ingenua y confiada con sus semejantes. Lo cual dio pie
a los abusos por parte de muchos. Su condición estulta, disculpa en parte sus
desaciertos en la vida. Y más pudiera imputársele pecado a los que impíamente
obraban en contra de la moral, que a ella.
En San Juan
de Colón nació y vivió a plenitud sus “mejores años”. Le gustaba tocar la
sinfonía y en su inocencia, casi
infantil, creía que lo hacía de una buena manera. La gente que la observaba,
tratando de sacar cadentes notas musicales a su instrumento, la aplaudía, acto
este, que hacía que ella redoblase sus esfuerzos por seguir “deleitándolos” con
su arte.
De sus
datos personales se sabe muy poco. Solamente que su nombre era Senovia, nació en San Juan de Colón, que tuvo un hijo
y popularmente se le conocía como
“Senovia La Panadera ”.
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En San Juan de Colón se le recuerda, con bastante aprecio y
cariño, sus vivencias son muchas y en ellas su recuerdo se ha hecho eterno ...
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BARTOLITO
Muy poco se
conoce de este singular personaje, sin embargo en la mente de los que le
conocieron sigue vivo su recuerdo
Su nombre,
José Bartolo Chacón, hijo del Sr. Virginio Medina y de una Sra. de apellido
Chacón, cuyo nombre se desconoce.
Nació en
San Juan de colón, pueblo donde vivió y murió. Popularmente se le conoció como
Bartolito, Bartolo o Carro Automático.
Fue un
hombre signado por la naturaleza desde las entrañas de su Sra. madre, pues
nació con defectos físicos en su brazo y su pierna derecha, lo cual le impedía
un libre desenvolvimiento al caminar, al trabajar y en cada actividad que
realizó en su vida.
Físicamente
era de contextura débil; su rostro no poseía signos de belleza. Hablaba tartajo
y cuando lo hacía dejaba escapar un vocabulario obsceno.
Bartolito
vestía con pantalón y camisa un poco anchos, sobre su cabeza lucía siempre un
sombrero de color negro. Usaba para salir a la calle un viejo paltó y arriba de
sus hombros se colocaba una especie de pollero, el cual era su orgullo; sus
pies un poco defectuosos siempre iban
ceñidos por sendas “botas de caucho” de esas que usan los campesinos en sus
duras faenas. Su mano izquierda era la encargada de brindarle una pizca más de
equilibrio al caminar, para lo cual se valía de un extraño bordón, en el cual
apoyaba el antebrazo izquierdo, queriendo simular una posición más o menos
descansada.
Bartolo,
después de la muerte de sus progenitores no tuvo residencia fija. Por lo cual
se le conocen varias casas de habitación. Por la calle seis entre carrera doce
y trece vivieron sus viejos, con los que habitó hasta el día de sus muertes. En
ese mismo sector le fue concedido alojamiento y alimento en casa de la Sra. Emilia Delgado.
En la aldea
La Sanjuana
residió algunas años. Allí ayudaba a las familias lugareñas a tostar y a moler
café y cacao. Era un hombre sumamente trabajador y esmerado en cumplir
cabalmente los oficios que se le asignaban; le gustaba cocinar, y se puede
asegurar que era un cocinero eficiente.
Cuando
Bartolito salía a la calle mucha gente le mofaban, disfrutando de su natural condición.
Para ello hacían uso de la bien llamada “hipocresía”, pues cuando él pasaba al
lado de sus semejantes, la saludaban llamándolo por su nombre de Bartolo o en
su efecto Bartolito, pero nada más pasaba,
le proferían su remoquete de “carro automático” lo cual le hería
enormemente y optaba por defenderse de la manera que su conciencia le dictaba:
tirando piedras y gritando groserías a quienes le ofendían.
Bartolito,
aseguraba que cada vez que llovía y se sucedían truenos y relámpagos, él sentía
descargas eléctricas intensas en sus mal formadas extremidades. Por eso, cuando
el cielo se cubría de negros nubarrones, Bartolito, perdía su habitual calma y
daba paso a un estado de histerismo. Se sumía en el terror, los gritos y el
llanto casi infantil; se escondía detrás de muebles y debajo de las camas
queriendo escapar de tan raro fenómeno.
Una vida
muy sufrida soportó este humilde colonense, que a pesar de su lisiada condición
física y mental (aunque no del todo) trató de ser útil a su familia, a sus vecinos
y a cuantos recurrieron a sus abnegados servicios, recibiendo como recompensa
el desprecio, el escarnio, la mofa y la humillación de una sociedad que no acaba de entender su
posición y su responsabilidad ante estos casos especiales de seres humanos, que
la naturaleza, tal vez equivocadamente, nos ha legado como elementos
esenciales para refinar nuestro carácter
con actos de misericordia, y no para
envilecerlo como lo hace una gran mayoría cuando se ocupa de criticar, de
burlarse y de gritar a los cuatro vientos los defectos de sus semejantes.
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CAMPANO *
LEONIDAS ZAMBRANO GALAVIZ
“CAMPANO”
(fotografía propiedad del
Sr. Marino Contreras)
“Campano”,
es un hombre que diariamente está pendiente de los problemas del pueblo, sobre
todo, allá donde existe un velorio, pero que sea de adultos, porque jamás va a
los correspondientes a los niños. En horas de la mañana sale de su casa y en su
lengua indescifrable se despide de su
señora madre, pidiendo su santa bendición. Si encuentra un velorio, allí está
hasta el momento del entierro. Reza a su manera, nadie le entiende porque desde
los cuatro años perdió parte de sus facultades normales.
Entre sus
hermanos existe un Sargento 1ro. de la Guardia Nacional ,
hoy en condición de retiro. Otros hermanos se han desempeñado en cargos públicos y privados, pero todos
siempre unidos en lazos de hermandad al lado de su querida madre que pese a su edad los bendice todos los
días.
En aquellos
días en que “Campano”, no encuentra velorios donde cumplir con sus creados
compromisos se va a un negocio donde expenden licores y se está allí hasta la
madrugada, lo que se cree él considera “ratos de esparcimiento”. Para sus
hermanos a él, le gustan las damas llamadas Marisol.
Campano es
un hombre que para todos los que viven en esta ciudad, es un ejemplo de virtudes
propias y con una devoción de despedir a quienes parten hacia la eternidad ...
*Tomando de la revista anual del Liceo Militar (G.N.) 4 de
Agosto año 1.982.
. Escrito por el Sr. Jesús Velàsquez.
POLITO.
(Fotografía perteneciente al archivo personal
del
Sr. Julio Pineda)
Uno de los personajes populares más renombrado, por el pueblo
de San Juan de Colón, es sin duda alguna, el famoso “Polo”, cariñosamente
llamado “Polito”. Personaje típico de las décadas de los años sesenta y ochenta
del presente siglo, que se constituyó por “sus salidas” en centro de atención
de los pobladores de la siempre joven ciudad de las palmeras.
En un
humilde hogar de la aldea Paraguay, jurisdicción del municipio Ayacucho, nace
el día 27 de julio de 1.921, un varoncito que en la pila bautismal recibió por
nombre Apolinar García Duque, que con el correr del tiempo el pueblo colonense
rebautizaría como “Polo” o “Polito”.
Cuentan
muchas personas que, Apolinar García, en su juventud y comienzo de su edad
adulta fue un famoso chef de cocina internacional que trabajaba en barcos
venezolanos y por tal motivo también pudo visitar varios países del mundo y
conocer “harta” gente. Muchos suponen y hasta aseguran que Polo tenía una buena cantidad de dinero
en un determinado banco, pero que nunca pudo disfrutar porque la libreta de
depósitos se le perdió, y ya caído en desgracia personal, nadie quiso atender
sus requerimientos, ni sus reclamos.
En San Juan
de colón trabajó un tiempo como “cocinero” en una conocida casa de citas ubicada
por la calle cuatro, sitio éste que desde su apertura hasta hoy ha contado con
una permanente clientela proveniente de las aldeas del municipio Ayacucho y
también de su capital; San Juan de Colón.
En su niñez
“polito” asistió a la escuela y aprendió a leer y a escribir, además de un cúmulo de conocimientos que le sirvieron
en la vida, aun en la etapa de su trastorno mental, que alteró de una manera
total su modo de comportamiento y de vida.
Apolinar o “Polo” como se le llamaba comúnmente, era
un hombre de frente amplia como la de
los grandes intelectuales; sus pómulos eran “pronunciados”; su nariz grande
y aguileña; sus cejas pobladas y largas;
de ojos negros, pequeños, llenos de
vivacidad. En su cara siempre graciosa, se notaba el rigor del trastorno y del
hambre. En su pelo negro se intercalaban algunas canas, y lo lucía largo un
poco más abajo de sus hombros, sus orejas eran grandes aunque sin exageración, lucía escuálido bigote que se
unía a una cómica “chiva” muy descuidada.
Sus brazos
eran largos y huesudos, su figura era flaca, sin ser débil. Vestía
descuidadamente, en ocasiones usaba paltó; regularmente llevaba en sus manos un
trozo de madera que usaba como cayado, y en sus últimos años sobre sus espaldas
cargaba un costal, en el cual metía diversidad de objetos y mendrugos de pan,
que muchos colonenses voluntariamente le daban.
Sus modales
y su voz tendían a ser los de un hombre refinado, tildándosele muchas veces por
ello de afeminado, cuestión ésta que él tomaba como “bromas” y “muerganadas” de
parte de quienes le enrostraban sus
defectos.
Polito, era
un asiduo consumidor de chimó, y en muchas oportunidades tomaba licor.
Entre los
gustos más notables de sus últimos años se encontraba el de ser un peregrino de
las calles colonenses. No tenía lugar fijo donde comer o descansar por lo cual
lo hacía donde le cayera la noche y donde algún menesteroso le tendiera su
mano.
Se puede
decir que era un hombre cómico o divertido, tanto por su comportamiento como
por sus pícaras palabras con qué
obsequiaba a quienes se le acercaban para conversar con él, o a quienes
simplemente se cruzaban con él en cualquier sitio y le decían cualquier
tontería, que inmediatamente él
contestaba de forma singular y pintoresca.
Su vida se
apagó una noche mientras dormía, producto de la desnutrición y la inanición;
fue hallado muerto en la prolongación de la calle ocho a unos pocos metros de
la carretera Panamericana el día 13 de febrero de 1.990.
El Concejo
Municipal de nuestra ciudad se encargó de darle cristiana sepultura; una gran
multitud le acompañó hasta su última morada.
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MEDIA VUELTA
Nació en la
aldea Paraguay, jurisdicción del municipio
Ayacucho. Proveniente de un hogar netamente católico, recibió en la pila
bautismal el cristiano nombre del apóstol de los gentiles “Pablo”
Su nombre
completo es Pablo Mauro Contreras Castro y se conocía popularmente, no
solamente es San Juan de Colón, sino en varios pueblos del estado Táchira como
“Media Vuelta”.
Pablo
Mauro, no asistió a la escuela; y nunca familiar ni particular alguno le tomó
en cuenta para instruirlo cuando era muchacho y estaba en sus cabales.
En su hogar
de la aldea Paraguay, al lado de sus padres el Sr. Felipe Contreras y la Sra. Genara Castro de Contreras
vivió la inocencia de su niñez, y saliendo de ella -- de su niñez – como a la edad de nueve años,
según relata su Sra. Madre, comenzó a sufrir de trastornos mentales; pues a esa
edad se desnudaba, agarraba la ropa y se iba a vagar por el campo, lo cual
hacía que sus padres le encerrasen, como posible solución al problema. Pero
Pablo Mauro, a pesar de recobrar su sano juicio, sus ataques de demencia se
hacían cada vez más constantes.
Según
relato de su tío Pedro Contreras “como a los quince años de edad se cayó de un
árbol de mamón con la cabeza hacia abajo, recibiendo un atroz impacto, que casi
le hace perder la vida”. Unos días después cuando ya se había recuperado del
daño “físico” que le ocasionara tan terrible costalazo, se fue a vagar por las
calles de San Juan de Colón y de vez en cuando regresaba a casa de sus
“viejos”. Pero un día Pablo Mauro, perdió totalmente la lucidez natural de su
cerebro y nunca más volvió al hogar de sus angustiados y confundidos padres y
hermanos. Su tío Pedro relató también que un médico que tuvo oportunidad de atenderlo cuando sufrió la
estruendosa caída del árbol de mamón dijo que: “como la caída de Pablo Mauro,
había sido vertical – con la cabeza hacia abajo – con el fuerte impacto contra
el suelo unos vasos sanguíneos de su cerebro se rompieron y unas gotas de sangre
le cayeron en los sesos y esto ocasionó un trastorno mental constante del que
nunca se repuso, a pesar de que desde su primer ataque de locura, hasta el día
en que abandonó su hogar y a su familia definitivamente, sus padres le habían
brindando dulces cuidados, especial atención y la ayuda médica que estuvo a su
alcance”.
Desde el
día en que Pablo Mauro, desnudo y con la ropa debajo del brazo, le dio-- nunca
decidió—por
irse a peregrinar por las calles de San Juan de Colón, su vida fue un constante
tormento – según vemos y analizamos los que estamos cuerdos – pues
incivilizados y faltos de comprensión y de principios cristianos--, como los
tuvo una vez en su inocente niñez Pablo Mauro, muchos habitantes del poblado,
lo burlaban y lo escarnecían públicamente. Además sólo comía mendrugos de pan
que le daban y una que otra vez un humilde plato de comida que algún colonense
movido a compasión le brindaba. Su morada a partir de ese momento fueron los
bancos de los parques y plazas públicas, alguna que otra acera, y muchas veces,
solares abandonados, donde construía camas con cartones y trapos viejos que
conseguía tirados en las calles.
Ante las
burlas y los ultrajes verbales a que era sometido Pablo Mauro, constantemente
por inescrupulosos de oficio, optó por ponerse a dar vueltas estacionarias --en
un mismo sitio-- como un trompo solamente en un pie, pero comenzando los giros
por un lado, se detenía de repente y comenzaba a girar en dirección contraría,
por lo cual un buen día le dieron el sobrenombre de “Media Vuelta”.
A partir de ese momento no tuvo descanso este
desdichado ser humano, pues donde los muchachos le veían descansando o vagando
por las calles de San Juan de Colón lo mofaban y si él no daba las vueltas que
le habían hecho merecedor de su apodo, entonces le increpaban
severamente y hasta lo amenazaban con piedras, correas, ramas y hasta con los
puños para que comenzará a darlas. Siendo yo un niño tuve oportunidad de
conocerlo y observé como lo golpeaban con sus puños o le daban correazos para
que los “deleitara” con lo que ellos llamaban sus “medias vueltas” aunque en
realidad muchas veces eran vueltas completas en ambos sentidos, pero
estacionado en un mismo sitio y únicamente en un pie, y otras veces a decir verdad eran
incompletas.
Con el correr
del tiempo Media Vuelta comenzó a peregrinar por las diferentes carreteras del
estado y “visitó” varios pueblos como
Ureña, San Pedro del Río, La Fría ,
Borotá, Michelena, San Cristóbal, Lobatera y otros donde permanecía largos
períodos de tiempo, lo que hacía que se notase un “vacío” en las calles de San
Juan de Colón. A decir de muchos que fueron sus contemporáneos, Media Vuelta
era “un gran amigo” del famosísimo “Muela e` Gallo” personaje popular de la capital del estado,
con el cual compartía el tiempo cuando se encontraba allí de visita.
Pablo Mauro
Contreras Castro, durante el tiempo que vivió desposeído e sus sanos cabales
nunca sufrió arrebatos de furia, ni se le temía por su violencia. Todo el
tiempo fue manso y callado a pesar de que por su condición psíquica unos
inescrupulosos y despiadados “cuerdos”
le colocaron una pesada cruz, que él cargo, cual nuestro redentor
humildemente y sin decir palabra alguna por sufrir éste su segundo infortunio,
pues el primero se lo jugó la vida entre sus nueve y quince años de edad.
Un aciago día, su cuerpo fue víctima de un
arrollamiento vial, y emprendió su última peregrinación hacia el infinito, hacia la soledad profunda de la
solitaria fosa, desde donde un día quizás Dios le llamará para el supremo bien
de la paz celestial, de la vida eterna ...
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De todos esos personajes de Colón recuerdo perfectamente a siete de ellos, cuando aún yo era un niño. Del bobo Otero recuerdo que rea un personaje muy delgado y alto. La familia Otero vivió por varios años en la cerrera 6, frente a la Clínica El Carmen. En ese mismo lugar viví junto a mi familia:los Urdaneta y los Paolini. Monseñor Otero, familiar, de recordado, de vez en cuando visitaba la familia. Una vez lo vi pararse al frente de la puerta de su casa y comenzó a lanzar monedas a la calle entre varios niños. De Máximo La Loba tengo muchos episodios, que coinciden con la historia de este popular personaje. Varias veces llegó a visitar a mi casa, sin que nadie lo invitará. En una de ellas me tomó en sus brazos y me llevó hasta el lavadero y me bañó completamente, mientras yo lo miraba aterrado. Mi mamá, entre tanto, prefirió dejarlo que cumpliera su voluntad, tras ofrecerle una taza de café negro. De Pablito puedo decir que ra todo un espectáculo. Ya en la edad de adolescente, en el barrio El Paraiso, llegue a jugar en varias oportunidades con Pablito sendas partidas de metras. En el cine Ayacucho se emocionaba con las películas baqueras...y al ver al protagonista gritaba: "verdad que el protagonista no muere...que el protagonista no muere"...De Senobia, si mal no recuerdo era una mujer pequeña de estatura. Igualmente visitaba la casa de mis hermanos mayores por parte de padre, de apellido Paolini. Estando yo de visita junto a mi papá igualmente me tomó y me dio senda ducha. Ese día, con Senobia a mi lado, mi papá se mostró sorprendido, pues yo me tape mis partes, aún cundo yo tenía a penas cuatro años. De Campano igualmente tenemos muchas anécdotas. Le gustaba tomar licor y era el dueño absoluto de cualquier velorio que se produjera en Colón. Le gustaba rezar y Dios libra aquel que no contestara las letanías del rosario. De Polito tengo poco que decir, siempre se le vía por las distintas calles de Colón, y ciertamente caminaba de manera amanerada.En cuanto a Media Vuelta lo recuerdo perfectamente. También en una ocasión, recién llegado a Colón, se metió en mi casa. De repente mi mamá lo encontró acostado de lado en el sofá de la casa. Mi hermano mayor, para obligarlo que se retirará, se le ocurrió echarle agua en la cara mientras dormía: mejor que no. Se levantó furioso y una vez en ola calle tomó una piedra y la lanzó dentro de la casa. De mala suerte una de mis hermanas mayores que salió en ese instante de una habitación la recibió en plena espalda. Cayó al suelo desmayada del dolor. Mientras Media Vuelta se le veía huir a toda marcha, por la carrera 6, llegado a la esquina de la Panadería Mario. De verdad que son emotivas todas estas historietas de estos personajes de Colón, que nos hacen revivir, en mi caso, mi infancia.
ResponderEliminarReciban un caluroso saludo desde Tucaní Estado Mérida y sirva esta vía para hacer de su conocimiento que desde este año 2018, una escuela de nuestra localidad ubicada en la entrada del sector de las InREVIS , lleva por nombre U.E.BOLiV. William Delgado Alviárez en reconocimiento a la labor educativa que realizó este docente tachirense en el Municipio Caracciolo Parra Olmedo.
ResponderEliminarPOR FAVOR FOTO DE MEDIA VUELTA PERSONAJE TIPICO DE COLON MUNICIPIO AYACUCHO
ResponderEliminarHard Rock Hotel Casino & Spa - Mapyro
ResponderEliminarThis hotel 거제 출장안마 is 1.9 mi 부산광역 출장샵 (2.8 km) from Interstate 50 and has a casino 충청남도 출장마사지 and 7 restaurants 서울특별 출장안마 and bars. Nearby attractions. Nearby 용인 출장샵 restaurants