Turismo en el Municipio Ayacucho

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domingo, 19 de enero de 2014

Personajes Populares de San Juan de Colón

“En lo que a personajes típicos se refiere, Jorge Alviárez, describe en detalles la personalidad de estos seres, los dibuja, les da vida, movimiento, desempolva la anécdota de cada uno de ellos y los presenta al lector en todo su entorno social y humano...”


William José Delgado Alviárez.
Mérida, 29 de Enero de 1.993




ENTRE GENIALIDADES
Y DISPARATES...

o  El Loco Vicente
o  El Compadre Calazancio Raque
o  Gustavo Méndez, El Judío Errante
o  Picotiro
o  Juan Ansia


     
EL  LOCO  VICENTE

        Alto y delgado, de tez pálida y en gran manera fuerte para su contextura física, de mirada profunda y de brazos largos que hacían juego con su estirado cuerpo. Vestía a la usanza típica de su época; su ocupación común, cuando la ejercía, era la de jornalero. Vivió agobiado por la pobreza, y por falta de una familia que le tendiera la mano y le cobijara bajo su techo; muchas veces durmió bajo la luz de la luna y de las estrellas y el suelo por cama. Desde su juventud mostró signos de demencia, aunque nunca pasó de ser un hombre travieso y divertido.

       Se desconoce a ciencia cierta el lugar de su nacimiento y se suponía, a principios del siglo XX , que había nacido en una finca aledaña a la ciudad de Lobatera, hacia el año 1.835

       Era célebre entre los habitantes de San Juan de Colón por sus frecuentes anuncios de calamidades y por sus decisiones, no muy salomónicas.

     Seleucio Maldonado, en su anecdotario * sobre San Juan de Colón, rescata una de las historietas  más populares sobre nuestro personaje.


Para 1.880, San Juan de Colón era apenas un pañuelito tendido en la extensa meseta inclinada. Y, para colmo, cinco años atrás, el terrible terremoto del 18 de mayo de 1.875, había hecho jirones la pequeña prenda de los colonenses. Pero con amoroso cuidado, el pueblo zurcía empeñosamente su pañuelo que se agitaba  cotidianamente con el trabajo como un saludo al esfuerzo.

Temeroso de los sismos por una parte y por la otra porque las familias no le daban posada, debido a las frecuentes crisis que sufría en los “pasos de luna” el loco Vicente se había construido un rancho sobre una gran laja que había en medio de los llamados potreros de las Vivas, al pie del barrio La Conejera.

             Acostumbrados estaban los colonenses a oír las extravagancias, los insultos de grueso calibre y los pronósticos sobre desgracias del loco Vicente. Pero en esta mañana de 1.880, con el alba, el loco  Vicente despertó a medio pueblo. Grandes eran sus voces de contento rubricadas por risotadas estridentes.

-       Se quemó el rancho pero  maté la cucaracha! ¡ja! ¡ja! ¡ja! “Se quemó el rancho  pero mala cucaracha.
-       
Un pesero, asomado pero precavido, haciendo que amolaba la cuchilla, preguntó al ruidoso madrugador:

--¿Qué es eso, ¡ chico!, de la cucaracha y del  rancho quemado?
--¡Qué va a ser! – contestó el loco--. Una maldita cucaracha que no me dejaba dormir; que se me metía por las orejas y por todas partes y yo no la jallaba. Pero le metí candela al rancho y la condenada también se quemó.
--Hubiera visto cómo “traquiaba”.


Y siguió, todo el día, calle arriba y calle abajo, gritando:
-      Se quemó el rancho pero  maté la cucaracha! ¡ja! ¡ja! ¡ja! “Se quemó el rancho  pero maté  cucaracha.


San Juan de Colón, Agosto de 1.991


*San Juan de Colón Anecdótico, Páginas 15 – 16. Año 1.972



EL COMPADRE CALAZANCIO “RAQUE


        Su nombre: Calazancio Ramírez, y se puede decir que es el personaje popular más representativo y típico de  San Juan de Colón de los siglos XIX y XX; en su honor se le asignó su nombre a una carrera en la población de San Pedro del Río, su pueblo natal.

Seleucio Maldonado Ramones, en su anecdotario* rescata para nosotros los colonenses y para los amantes de la buena  lectura, tres preciosas y amenas historietas de nuestro personaje en cuestión, las cuales comparto en este libro con los  lectores.
1
       “ Como todos los personajes populares, Calazancio Raque no tiene historia. Aunque si muchas historias. Unas verídicas. La mayoría  inventadas. Apenas sabemos de él que divertía con sus “salidas” a los colonenses de fines y comienzos de siglos.

Calazancio, a quienes todos llamaban El Compadre porque así él apodaba a todos los que topaba; era además mujeriego y macho. Y a cuenta de esto último se “chalequeaba” en muchas mujeres y en muchos maridos. Pero como todo en esta vida tiene su contrapartida, un buen día a él también lo “chalequearon”. Le enamoraron y le llevaron la mujer aunque con su docena de muchachos.

Pero un día de mercado, por la calle más larga de San Juan de Colón, iban a encontrarse ofensor y agraviado. Calazancio subía y el  raptor bajaba. En un pueblo sin teléfono, todos se asomaban a puertas y ventanas ante el inminente y cruento lance. Calazancio se había cobrado con creces todas las más pequeñas ofensas. Esto iba a ser de espanto. La distancia se acortaba. Ya Calazancio podía oír la respiración de su contrarío. Cuando ...

--Adiós compadre, lanzó Calazancio. Llévemele saludos a su mujer y a mis hijos.
         La inflexión en los posesivos reemplazó las esperadas balas, las corajudas cuchilladas o los  relampagueantes golpes.

            2

     “El compadre Calazancio Raque le jugaba pésimas partidas a sus compadres colonenses. Y de éstas, todavía se recuerdan muchas que se han ido transmitiendo de generación en generación.

          Al compadre Calazancio le fue entregada una mula por su compadre Antonio para que la llevara a Táriba a donde el comprador. Diligentemente Calazancio fue y regresó, pero ...  no se presentaba a rendir y entregar cuentas.

Pasados los días, lo enfrentó el compadre  Antonio.
--Caramba, compadre Calazancio, ¿usted fue  a  llevar la mula?
--Sí, compadre, yo  fui a llevar la mula.
-- ¿Y se la entregó a don Santiago?
--Si, compadre, se la entregué a don Santiago.
--¿Y don Santiago le dio las cuatro morocotas?
--Si, compadre, don Santiago me entregó las cuatro morocotas.
--¿Y qué hizo, compadre, con mis cuatro morocotas?
--¡Ah! ¿No ve, compadre? ¡Ahí es onde ta la vaina!
--Pues, ¡qué tronco e vaina me echó usted, compadre ¡

3
          Calazancio Raque ... hizo su primer viaje a Cúcuta. Como el vehículo en donde viajaba lo dejó frente a un edificio grande en donde se agrupaba muchísima gente. Calazancio lo primero que hizo fue arrodillarse a la entrada y con los brazos en cruz comenzar a orar devotamente, los ojos fijos en el firmamento.
          Un agente policial de guardia en el mercado, que no era otro el edificio ante el cual rezaba Calazancio, interrumpió el éxtasis del devoto y le preguntó que qué hacía él ahí.
--Pos rezando. ¿Acaso las iglesias no son pa eso?
--¡Alas! ¡Vos dionde sos! – le dice el guardia colombiano--. No ta viendo que esta es la casa de mercado.
        Calazancio, que él mismo echaba este cuento con toda la mala intención para con sus paisanos del municipio más aledaño de la Capital del Distrito Ayacucho, le contestó:
-- ¿Yo? De San Pedro del Río. ¡Y eso que soy el más avispadito de ellos”



San Juan de Colón, Agosto de 1.991.

*San Juan de Colón Anecdótico. Páginas 7-10;  75-76.  Año 1.972




GUSTAVO  MÉNDEZ
EL    JUDÍO  ERRANTE

       Conocido en Colón, su pueblo natal, como “El Judío Errante” por su vida nómada. Poseía una gran personalidad, aunque su popularidad se debía en un 90% a su excentricismo. Gustavo Méndez, era un individuo corpulento, como de 1,85 mts. de estatura y unos 95 Kgs. de peso. Poseía una barba espesa y en su cara alargada resaltaban sus azules ojos, cuales dos mares. Su pelo de color castaño claro, hacía juego con el color de su blanca piel. Era por naturaleza “sumamente callado”  y su vida discurría entre su hermetismo personal y su creciente popularidad en su “San Juan de Colón” y aun en muchos pueblos y ciudades de nuestra geografía venezolana.

       Eximió acordeonista, que ante la promesa de un buen “palo de brandy” ejecutaba magistralmente piezas musicales conocidas, para sus benefactores. Otra de sus predilecciones era la de pintar sobre el lienzo paisajes de hermosos parajes, que luego vendía en la plaza Colón –hoy, Bolívar—los días de mercado.

       Don Seleucio Maldonado, contemporáneo con Gustavo Méndez, plasma en su anecdotario*,  cuatro pasajes de la vida y este excéntrico  personaje colonense. A continuación  presento ante los ilustres lectores, estas cuatro anécdotas, contadas de ese modo tan natural y excepcional, conque solía hacerlo Seleucio ... 

1

     “Gustavo Méndez es el hijo del Br. José María Costa. Este es uno de los patriarcas de San Juan de colón: maestro, civilizador. Sacó el primer periódico impreso, “El Precursor”, de la población norteña. Aquel, tarambana pero extraordinario mecánico con rasgos a veces geniales.

    Después de haberse desaparecido Gustavo del pueblo en el que apenas se tenían noticias de que hoy estaba en Caracas, mañana en Buenos Aires y un buen día en E.E.U.U., pasados 10  ó 15 años, un buen día organismos y personas destacadas del pueblo recibieron sendos telegramas:

       Concejo del Distrito:  Llego próximo domingo –BANDA- Gustavo Méndez.

    Carlos Casanova: Próximo domingo ésa – Espérame amigos Sanjuana – Gustavo.

     Marcos Sanabria: Aterrizo domingo ésa – Prepara cerveza – Gustavo.

       Luis Márquez: Prepara cohetes desfile. –Domingo ésa—Gustavo.

      Y así a tres o cuatro colonenses más les anunció su llegada y les pedía algo para la mayor lucidez del reencuentro. Los citados no sabían qué hacer. Conocieron las trastadas del Gustavo muchacho. Pero si venía convertido en un gran señor; un ... bueno, se dijeron, es hijo de don José.

      El recibimiento fue apoteósico. Al gusto del hijo del pueblo que regresaba.

     Días después la población  vio a un Gustavo que organizaba un localito para hacer y expender helados de barquilla”.


2
En una de sus apariciones en San Juan de Colón, después de sus largas escapadas que hicieron que el pueblo lo llamara “El Judío Errante”, Gustavo Méndez organizó en las afueras de la población, en una corraleja propiedad de su padre el Br. José María Costa, lo que él llamó “Rancho Fresco”. Un sitio de recreación campestre. Con mesitas para juego. Veladores para cerveza. Los alrededores con  caminitos con nombres exóticos: Manhattan, Campos Elíseos, etc.
Una de las atracciones anunciadas por Gustavo era El Mirador.
¿Un mirador en medio de un bosque de gigantes y centenarios árboles? Al compilador de estas anécdotas, para ese momento seminarista, le pareció rarísimo. Se arregló su traje talar. Calzó su tejo, recorrió los dos o tres kilómetros que separaban a Rancho Fresco del pueblo y…

--Gustavo! ¡Vengo a conocer tu Rancho Fresco y tu mirador!
Nos llevó ante un guamo al que él había quitado todas las ramas y provisto de travesaños a manera de perpendicular escalera.
--Bueno, Gustavo --  le dijimos --, ¿qué se puede ver desde aquí?
--Mira, Seleucio. Tú no sabes ni debes saber de estas cosas. Pero tú invitas a una mujer a que suba y .¡lo que verás!
¡Por de más está decir que el seminarista tuvo que ir a confesarse esa misma tarde

3

            “No se crea que nuestro personaje es un desconocido en Venezuela. O un pintoresco personaje parroquiano apenas. En estos últimos diez o quince años ha recorrido a pie toda la nación.  Y se ha presentado en estaciones de radio y televisión. Y ocupado páginas de periódicos y de revistas que lo han hecho, en varias oportunidades, objeto de interesantes reportajes.

Porque Gustavo Méndez, un buen día se decepcionó de los hombres. Y sin buscarse un perro, se echó a andar por esos caminos de Dios.

      Se dejó crecer la blanca barba y el cano pelo. En medio de aquella maraña azulean  sus grandes ojos. Calzó sandalias con suela de caucho porque las de suela  suponían la muerte de una res. Por lo mismo nunca se sienta en una silla de cuero. Se echó al hombro un morral con mínimas pertenencias y a vivir, desde entonces y hasta ahora, a la vera de los caminos, junto a las quebradas, debajo de los puentes.

      Gustavo renunció a todo. Comentaban en el pueblo, su pueblo San Juan de Colón, que lo había trastornado la lectura de la Biblia. ¿Tal vez por ella renunció a todo? Menos a su acordeón. Nunca se ha desprendido de ella. Y cuando se le ha perdido o algún malvado se la ha robado, va a cualquier parte, recurre a alguno de sus coterráneos pudientes y la recupera. El instrumento musical lo toca maravillosamente bien.

       La última vez que lo vio Venezuela fue en un programa de Radio Caracas Televisión. Contó su fantástica historia desde su nacimiento de un explorador francés y de una princesa goajira, Juzgó a la juventud. Habló de hippies y de drogas. E interpretó en su acordeón bellos valses andinos, tangos llorones y la inmortal Alma Llanera.

   Quisimos saludarlo. Hablarle. Pero cuando lo abordamos en el trasestudio::
--Je ne comprends pas! – nos soltó.
Y llamado al vigilante:
--Querer esté “volé” mon acordión!”


“ Con las anécdotas sobre Gustavo Méndez se  podría hacer un grueso folleto. Sus genialidades son muchísimas. Antes dijimos que era un excelente mecánico. Y es verdad. Si se hubiera dedicado a estudiar. Si hubiera nacido, o si se hubiera quedado a vivir en EE.UU., por ejemplo, nada de extraño tendría que la prensa, la radio o la televisión, en vez de presentarlo como un caso curioso y a ratos objeto de hilaridad, lo mostrase orgullosamente como un gran inventor..

        Nosotros lo consideramos como el adelantado en materia publicitaria en venezuela.

      Hace muchos años comenzó a aparecer en los periódicos caraqueños, un avisito en donde Gustavo Méndez ofrecía máquinas para hacer lochas. En la propaganda se las echaba de moralizador. “No pida lochas” decía. “Haga lochas”. El precio de las máquinas de hacer lochas era modesto.

     Muchos fueron a conocer las famosas máquinas. En su taller de San Martín él las mostraba funcionando:

         Se trataba de una máquina efectivamente pero para hacer ... algodón de azúcar que en ese entonces él vendía a locha.”

                                  San Juan de Colón, Septiembre de 1.991

San Juan de Colón Anecdótico. Páginas 35 – 42. Año 1.972




PICOTIRO


           Nuestro ilustre escritor y periodista, Seleucio Maldonado Ramones, en la oportunidad de pronunciar el discurso de orden* como homenaje a la primera promoción de bachilleres, egresada del Liceo Nacional “Tulio Febres Cordero” se refiere al citado personaje de la siguiente manera:
       “ Picotiro, viejecito catire y rechoncho. Descalzo y con un pollero en cada   hombro donde guardaba los mendrugos que le daban para alimentar  --decía nuestra imaginación—a los muchísimos lagartijos que poblaban el potrero en donde tenía su choza. Su bastón de peregrino de nuestras largas y anchas calles, se enarbolaba rabioso cuando los muchachos, desde las esquinas de la malicia, le gritaban al paso:

Picotiro, Picotiro;
te tiro un p ...ico en la nuca
pa` que te lo comas con  yuca!
 
 




          Esto es lo poco que se pudo rescatar de este singular personaje, gracias a la acuciosa pluma de Seleucio. Por lo que se desprende de este párrafo  Picotiro era un personaje de este siglo, afectado de trastornos mentales y asediado por la pobreza. Su descripción física corresponde a la del campesino andino. Y como todos los personajes de este género – o la gran mayoría – era un andante “obligado” por la imperiosa necesidad de proveerse alimento para su subsistencia, lo cual le reportó hacerse conocido en todo el poblado colonense y con su popularidad llegaron las anécdotas, los chistes y las especulaciones sobre su vida y  sus actos.



San Juan de Colón, Septiembre de 1.991.

*Discurso de orden publicado  en un folleto titulado “De la Mano de Don Tulio” Página 11. Año 1.964



JUAN ANSIA *


         “Es un pueblo como San Juan de Colón, que paseó su nombre en las cargas de café de miles de mulas y que después presenció  la llegada de los camiones para idénticos menesteres, no podía faltar el caletero. Juan Ansia fue el más característico. Se acabaron las bestias de carga. Se redujo el tráfico cafetalero. Pero Juan Ansia se quedó en Colón como el prototipo del caletero. Todo lo que ganaba se lo bebía. Seguramente añorando los buenos tiempos en que un guarapo se pagaba con una morocota. El pueblo lo tenía como algo suyo y le prodigaba cariño y atenciones:


“Dicen que Ansia Juan
se va a ausentar de Colón
en trenes que volarán
a aterrizar en Falcón. “
 
 




  

        Así decían las décimas en los programas de alguna misa de aguinaldos. Eran la imaginación y el afecto populares, fantaseando transportes aéreos que indicaban que Juan Ansia estaba enraizado poderosamente, definitivamente en aquella tierra y que nunca más volvería a la de los cardones  y tunas.”



San Juan de Colón, 05 de Marzo de 1.992.

* “De la Mano de Don Tulio”
   Seleucio Maldonado R. Páginas 11-12. Año 1.964






EL BOBO OTERO


         En su célebre libro “El San Juan de Colón que yo viví”, el capitán Rubén Darío Ramírez, nos cuenta de una manera muy interesante y por demás grata, del  personaje típico de la década de los años treinta al cincuenta.
En su descripción, lo alude como “un elemento popular y conocido de toda la colectividad. Un ser de quien todos se burlan, gritan, mofan, remedan, a la vez que le admiran las nobles cualidades que posee y que muchos desearían tener...

 
 



































LUIS FRANCISCO OTERO CACERES
a la derecha tocando guitarra






MÁXIMO LA LOBA

        El día 27 de abril de 1.980, a las once de la mañana, en la sala de emergencias del hospital Nuestra Señora de las Mercedes, dejó de existir, tal vez el personaje típico más conocido de las décadas de los años sesenta y setenta.

        El acta de defunción, asentada en el libro correspondiente al año 1.980, hace constar que el único nombre que se le conocía, era el de “Máximo”, del cual “se desconoce su fecha y lugar de nacimiento, no dejó hijos, ni bienes. Y que había muerto de “disnea o insuficiencia respiratoria”. 

      
En verdad, muy poco se  conoce de este pintoresco personaje, que sembró el terror en muchos niños, cuando  Antaño recorría diariamente las calles de San Juan de Colón con un costal a las costillas.

        Máximo La Loba*, como se le conocía, desde temprana edad, posiblemente sea hijo de una difunta Sra. que vivió en el barrio La Esperanza, frente al edifico Rental, llamada “Jovita” quien atendía las necesidades elementales de éste. Muchas veces caminaban juntos, por las calles de San Juan de Colón y caminos del campo aledaños a la ciudad.

        En esos días Máximo hizo amistad con la familia Ramírez Colmenares, que residía en una finca en la zona llamada Pico e` Vela. A la muerte de su presunta madre, la Sra. Jovita, comenzó a visitar con más regularidad a la citada familia, cuyos miembros comenzaron a recibirle como a uno más del núcleo familiar; a la señora Flor y al Señor Casimiro, jefes de la familia comenzó a llamarles “Ma y Pa” respectivamente, queriendo decir en su media lengua, ya que era tartajo, “mamá y papá”. Ellos le prodigaron en verdad, un trato como de hijo, Las muchachas, hijas del citado matrimonio Ramírez Colmenares, saltaban de alegría al verle llegar a la finca propiedad de la familia, pues Máximo, era un buen compañero de ellas, quienes le querían como hermano, y éste les ayudaba  en  sus que haceres  tales como, la  recolección  y  carga  de  leña, de yuca y de guineos. Ellas para corresponder a su buena voluntad de ser útil, le arreglaban la ropa, le cortaban el pelo, le preparaban comida, le daban alojamiento en blanda  cama, le facilitaban la pieza de baño para su aseo, y lo más importante le defendían de sus burladores. Y así fue naciendo la amistad pura y verdadera entre estos seres, de “mundos intelectuales diferentes”, hasta que la muerte logró, con sus negras garras separarlos.

         Cuando Máximo venía a la ciudad, con su costal donde metía ropa vieja, pedazos de arepas, pan y juguetes que encontraba tirados en la calle, era vilmente burlado por los jóvenes, que disfrutaban con su rabia y con su humillación. Al gritarle su apodo de “la loba, la loba” ... “Máximo se enfurecía y optaba por defenderse con palabras airadas y lanzándoles piedras que hallaba en la calle –y no en su costal, como muchos creen--  los niños pocas veces se metían con él, pues con sólo verlo se llenaban de pánico y huían del lugar por  donde él transitaba..

       Muchas personas  menesterosas de la ciudad, le tendían su mano, para prodigarle un plato de comida, un vaso de agua, o una taza de café que él entre receloso y agradecido aceptaba..

        Máximo, era en apariencia un hombre físicamente débil, como de 1,50 mts. de estatura y unos 40 Kgrs. de peso, lo cual resultaba falso en la acción, pues muchas veces ayudaba a la familia Ramírez Colmenares a cargar pesados bultos de guineos, yuca o leña desde Pico e` Vela  hasta el mercado de San Juan de Colón. Su cara era fea, y su pelo enmarañado, caminaba de prisa con su pecho un poco tirado hacia adelante, su cara se poblaba de una barba escuálida, sus orejas y nariz eran medianas, sus ojos de color negro intenso eran brillantes y sagaces. Siempre era receloso, tal vez de allí se debía su nerviosismo. Vestía con ropa remendada, que muchas veces cargaba por días y días, sus pies lucían pequeñas cotizas de caucho unas veces y otras, grandes zapatos que le regalaban o que encontraba en la calle tirados.

       Dios quiera que Máximo al emprender su última andanza, hacia la eternidad un día logre encontrar la paz que en este mundo nunca estuvo a su alcance por su estulta  condición natural. Tal vez allá en el cielo, Dios llene su “costal compañero” de tiernas bendiciones como recompensa a su resignada vida terrenal donde sólo halló el sufrimiento y la desdicha, en un mundo que se ha sumido en la irreverencia hacia los seres humanos menos privilegiados física, mental y económicamente. Ya no escuchará más su feo y burlesco  apodo de “la Loba”, sino los acordes de áureas arpas y hermosos himnos de las huestes celestiales en tributo hacia el creador del universo...



San Juan de Colón, 22 de Octubre de 1.982
 
 





GRILLO


         Su nombre: José Candelario Guerrero  Pineda, nació en San Juan de Colón, Táchira, el día 2 de febrero de 1.910*,  siendo sus padres don Simplicio Guerrero y doña Maximina Pineda. Perteneció a una familia integrada por nueve hermanos, que se dedicaban a las labores propias del campo.

          José Candelario, conocido popularmente como “Grillo” trabajaba por su cuenta en el campo, y de feria en feria como vendedor de helados y dulces. Era un hombre, más o menos cuerdo, trabajador incansable, dicharachero, de buen sentido del humor y de espíritu apacible. Frecuentemente se le veía peregrinando por las calles del  poblado, con un costal al hombro, donde muchas veces cargaba mendrugos de pan, caramelos y una que otra pieza de ropa usada, que le regalaban.

También se distinguía por ser un fino músico, en especial manera, se le notaban aires de “maestro” cuando ejecutaba con destreza bellos acordes en su bien cuidado tiple. En los días de la “Candelaria” celebraba por todo lo alto su cumpleaños. Mataba gallinas y repartía “miche” a diestra y siniestra, del cual, buena cantidad retornaba a sus manos, para ir a parar en su sedienta boca, que aunado a su continuo  mascar de chimó, le hacían agarrar unas “fumas”, que le iban minando, cada vez más, su débil cerebro.
Era un hombre de mediana estatura y de unos 55 Kg. de peso. Cuidadoso de su vestimenta, prefiriendo la ropa de color caqui, además de ser aseado en extremo. José Candelario Guerrero, contrajo matrimonio,  con Marcelina García, de esta unión no quedaron hijos.

         El popular Grillo, toda la vida fue un faldero de su señora madre, con la que pasaba gran parte de su tiempo. Ésta le prodigaba un cuidado amantísimo que llenaba su vacía vida. Y es allá, en su maternal hogar de Las Flores donde José Candelario, pasa sus más felices días, bajo la mirada protectora de su progenitora. Grillo,  era un tomador de pelo reconocido en San Juan de Colón. Dejó un buen cúmulo  de anécdotas. Todavía se recuerda la forma, tan particular conque él enfrentaba las vicisitudes de la vida.

.
 




       Cuando peregrinaba por las calles de San Juan de Colón y sus alrededores solía amarrar las bestias que deambulaban, al igual que él,  por el poblado las cuales usaba como cabalgadura o simplemente como compañeras de peregrinación

               Llegó el día en que José  Candelario, se convirtió en un loco furioso y hubo de ser sometido, por su señora madre Maximina Pineda a un forzoso confinamiento hogareño.

       Muchas veces con ayuda de familiares o amigos su progenitora se vio obligada a amarrarlo, para evitar que se escapara de su domicilio y pudiese hacerle daño a persona alguna

           Ya en este estado, con daños cerebrales irreparables,  muchas veces se escapó de la casa de su señora madre, y se dedicó a recorrer las calles de San Juan de Colón, descalzo, andrajoso y malhumorado. En esta etapa de su vida, ya no conoció una residencia fija, dormía en muchos sitios de la ciudad; en el hospital, en la aceras del cuartel, en las inmediaciones del mercado y en cualquier parte donde le sorprendiera la noche.

        La muerte le sobrevino el día 28 de Abril de 1.976, a las cuatro de la tarde, cuando un vehículo lo arrolló en la Avenida Luis Hurtado Higuera de San Juan de Colón.



San Juan de Colón, 27 de Marzo 1.990.




PABLITO... EL ETERNO ENAMORADO

Retrato del pintor colonense Antolines –
 Propiedad del cantautor Jaime Rangel.
¿Cuántas veces vimos al simpático y buen mozo personaje llamado “Pablito”  con un clavel o una rosa en la mano, en afanes de conquistador de tiernos corazones de hermosas princesas colonenses? o ¿Cuántas veces nos detuvo en una esquina o en cualquier calle de nuestro pueblo, para pedirnos opinión sobre sus idilios? o simplemente ¿Cuántas veces nos comentó sobre sus nuevas conquistas?
Pablito, como popularmente lo conocimos los colonenses, nació el día 28 de enero de 1.945, en Caliche, jurisdicción del municipio Ayacucho. Sus padres fueron el Sr. Valentín Gómez y la Sra. Florinda castro y en la pila bautismal recibió el nombre de Pablo Gómez Castro.
Pablito no asistió a la escuela, al igual que muchos campesinos de nuestros campos aledaños, pero a pesar de eso, en el seno de su familia adquirió buenos modales y preciados principios de educación, que alentaron en su alma la nobleza, el honor, el respeto por sí mismo y por sus semejantes y el amor por la vida. También aprendió a firmar su nombre  y aunque no sabía leerlo, se sentía complacido de estampar su firma delante de sus amigos y amigas, quienes a su vez le expresaban sus felicitaciones por tan diligente esfuerzo en pro de adelantar en la vida.
     Pablo Gómez Castro, era un hombre jovial, divertido y optimista ante la vida. No profería ni quejas, ni maldiciones, ni era dado al lenguaje obsceno. Antes bien, su actitud positiva y su manera pintoresca de enfrentar las vicisitudes de este mundo, desarmaban los prejuicios sociales que alguien pudiese tener en su contra.
     Pablito físicamente era apuesto. Medía 1,70 de estatura y pesaba como 70 Kgs, su porte era elegante; siempre fue un hombre aseado, y bien vestido. Usaba normalmente  paltó y corbata, que le daba el aspecto de “señor de alta sociedad”, sus zapatos lucían brillantes ante el buen lustre a que les sometía. Su cara era risueña y bonachona. Era bien parecido y guapo, sus negros ojos y su lacio pelo azabache, contrastaban con su blanca piel. Sus orejas eran medianas, su nariz un poco gorda y alargada sin exageración, su frente amplia y sus cachetes rellenos, en si, sin ser un feo reconocido, tampoco llegaba a la categoría de bonito. Lo que si hay que dejar constancia es que su personalidad y su físico despertaban simpatía y admiración.
“Yo soy aseado ... y las muchachas me quieren”.
 “Yo soy señorito, y cuando me case voy a tener dos hijos: un varón y una varona”.
Eran palabras que repetía constantemente a su familia y amigos. Muchas mujeres de nuestro pueblo fueron cortejadas por este “Don Juan Colonense”. Quien las deleitaba con hermosas palabras y obsequios sencillos como flores, caramelos, frutas y hasta fotografías suyas.
A veces, cuando transitaba por las calles de San Juan de Colón se detenía a observar a los muchachos jugar trompo y metras. Y al final él también se incorporaba, pues fue excelente jugador de trompo y metras. Con la coca – perinola  -- en las manos era un artista. Y hacía de su juego una diversión para quien lo contemplaba, pues al llegar a encocar cien veces sin “pelar”, iniciaba nuevamente el rápido conteo porque apenas se sabía los números hasta la centena.
En casa de la Sra. Carmen Flores, ubicada en la Urbanización Los Chinatos de San Juan de Colón fijó su residencia por muchos años.
 Los últimos meses de su vida decidió pasarlos en casa de su hermana paterna Sra. Cristina Gómez, ubicada en  La Blanca a un costado de la carretera panamericana. Allí, ya tocado por la terrible enfermedad que le minó paulatinamente su preciosa existencia, fue objeto de tierno cuidado y de esmeradas atenciones que su amantísima hermana, le prodigaba en afán de aliviarle su aflicción.
 Un día, su condición física empeoró; con urgencia fue trasladado al hospital de San Juan de Colón donde fue internado ...
El 2 de septiembre de 1.989, se apagó su tierno corazón de enamorado. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio municipal de San Juan de Colón.
Pablito, dejó un hondo vacío espiritual entre quienes conocieron sus andanzas y afanes de “Don Juan”. Siempre será recordado con nostalgia, porque su alegría y su presencia señorial, se desvaneció para siempre, en las brumas densas de la temida y espantosa muerte.
Ya no alegrará las mañanas de sus seres queridos, ni las tardes de las amadas princesas de sus sueños. Las noches, ya no le oirán ensayar su románticas palabras con las cuales al siguiente día “rendiría” a su nuevo amor.
¡Descansa en paz Pablito! Que Dios, en su infinita misericordia te permita entrar un día a su gloria, y que allí, en medio de sus santos ángeles, tu corazón pueda brindarle, al Supremo Creador, como en otrora lo hiciste con las hermosas princesas colonenses,  tu amante corazón y tu amor desinteresado...

San Juan de Colón, 02 de Mayo de 1.992.

SENOVIA LA PANADERA.

Se le veía en todas las actividades festivas de nuestra ciudad, San Juan de colón, especialmente en el renombrado desfile de ferias en el mes de junio en que se celebran las fiestas patronales en honor a San Juan Bautista.
Senovia, era una mujer de baja estatura, como de unos 1,50 mts. y unos 60 Kgs de peso. Pudiéndose considerar como “gordita”, sus cacheticos eran rellenos, lo cual daba a su cara un aspecto de “redonda”.
Vestía pulcra y aseadamente; sus vestidos eran de buena confección y de colores vivos. Era una mujer totalmente ingenua y confiada con sus semejantes. Lo cual dio pie a los abusos por parte de muchos. Su condición estulta, disculpa en parte sus desaciertos en la vida. Y más pudiera imputársele pecado a los que impíamente obraban en contra de la moral, que a ella.
En San Juan de Colón nació y vivió a plenitud sus “mejores años”. Le gustaba tocar la sinfonía  y en su inocencia, casi infantil, creía que lo hacía de una buena manera. La gente que la observaba, tratando de sacar cadentes notas musicales a su instrumento, la aplaudía, acto este, que hacía que ella redoblase sus esfuerzos por seguir “deleitándolos” con su arte.
De sus datos personales se sabe muy poco. Solamente que su nombre era Senovia,  nació en San Juan de Colón, que tuvo un hijo y  popularmente se le conocía como “Senovia La Panadera”.

Senovia La Panadera
por la calle va tocando ...
de su sinfonía ... la chirriadera
al  pueblo va alegrando...
 
En San Juan de Colón se le recuerda, con bastante aprecio y cariño, sus vivencias son muchas y en ellas su recuerdo se ha hecho eterno ...




Senovia ...
ingenua muchacha Pueblana
peregrina colonense de calles tales
nacerá para ti, una nueva mañana
pues habrás de desfilar
en áureas calles celestiales ...
 

San Juan de Colón, 17 de Marzo de 1.991.
 
 



BARTOLITO


Muy poco se conoce de este singular personaje, sin embargo en la mente de los que le conocieron sigue vivo su recuerdo
Su nombre, José Bartolo Chacón, hijo del Sr. Virginio Medina y de una Sra. de apellido Chacón, cuyo nombre se desconoce.
Nació en San Juan de colón, pueblo donde vivió y murió. Popularmente se le conoció como Bartolito, Bartolo o Carro Automático.
Fue un hombre signado por la naturaleza desde las entrañas de su Sra. madre, pues nació con defectos físicos en su brazo y su pierna derecha, lo cual le impedía un libre desenvolvimiento al caminar, al trabajar y en cada actividad que realizó en su vida.
Físicamente era de contextura débil; su rostro no poseía signos de belleza. Hablaba tartajo y cuando lo hacía dejaba escapar un vocabulario obsceno.
Bartolito vestía con pantalón y camisa un poco anchos, sobre su cabeza lucía siempre un sombrero de color negro. Usaba para salir a la calle un viejo paltó y arriba de sus hombros se colocaba una especie de pollero, el cual era su orgullo; sus pies un poco defectuosos  siempre iban ceñidos por sendas “botas de caucho” de esas que usan los campesinos en sus duras faenas. Su mano izquierda era la encargada de brindarle una pizca más de equilibrio al caminar, para lo cual se valía de un extraño bordón, en el cual apoyaba el antebrazo izquierdo, queriendo simular una posición más o menos descansada.
Bartolo, después de la muerte de sus progenitores no tuvo residencia fija. Por lo cual se le conocen varias casas de habitación. Por la calle seis entre carrera doce y trece vivieron sus viejos, con los que habitó hasta el día de sus muertes. En ese mismo sector le fue concedido alojamiento y alimento en casa de la Sra. Emilia Delgado.
En la aldea La Sanjuana residió algunas años. Allí ayudaba a las familias lugareñas a tostar y a moler café y cacao. Era un hombre sumamente trabajador y esmerado en cumplir cabalmente los oficios que se le asignaban; le gustaba cocinar, y se puede asegurar que era un cocinero eficiente.
Cuando Bartolito salía a la calle mucha gente le mofaban, disfrutando de su natural condición. Para ello hacían uso de la bien llamada “hipocresía”, pues cuando él pasaba al lado de sus semejantes, la saludaban llamándolo por su nombre de Bartolo o en su efecto Bartolito, pero nada más pasaba,  le proferían su remoquete de “carro automático” lo cual le hería enormemente y optaba por defenderse de la manera que su conciencia le dictaba: tirando piedras y gritando groserías a quienes le ofendían.
Bartolito, aseguraba que cada vez que llovía y se sucedían truenos y relámpagos, él sentía descargas eléctricas intensas en sus mal formadas extremidades. Por eso, cuando el cielo se cubría de negros nubarrones, Bartolito, perdía su habitual calma y daba paso a un estado de histerismo. Se sumía en el terror, los gritos y el llanto casi infantil; se escondía detrás de muebles y debajo de las camas queriendo escapar de tan raro fenómeno.
Una vida muy sufrida soportó este humilde colonense, que a pesar de su lisiada condición física y mental (aunque no del todo) trató de ser útil a su familia, a sus vecinos y a cuantos recurrieron a sus abnegados servicios, recibiendo como recompensa el desprecio, el escarnio, la mofa y la humillación  de una sociedad que no acaba de entender su posición y su responsabilidad ante estos casos especiales de seres humanos, que la naturaleza, tal vez equivocadamente, nos ha legado como elementos esenciales  para refinar nuestro carácter con actos de misericordia, y no  para envilecerlo como lo hace una gran mayoría cuando se ocupa de criticar, de burlarse y de gritar a los cuatro vientos los defectos de sus semejantes.


San Juan de Colón, 07 de Julio de 1.991.
 
 



CAMPANO *
LEONIDAS ZAMBRANO GALAVIZ “CAMPANO”
(fotografía propiedad del Sr. Marino Contreras)

 ¿Quién es “Campano”? .. su  nombre real Leonidas Zambrano Galavis,  nativo de la aldea Santa Rosa de municipio San Pedro del Río, desde donde vino a San Juan de Colón, en unión de su progenitora doña Ernestina V. de Zambrano, al lado de sus diez hermanos, Rosa María, Lorenzo, Roberto, María Elena, Blanca Susana, Herlinda, Carmen Margarita, Miguel Román, Luis Alberto  y Pedro con quienes comparte un espiritual hogar situado en la calle cinco de la Ciudad de Las Palmeras.
“Campano”, es un hombre que diariamente está pendiente de los problemas del pueblo, sobre todo, allá donde existe un velorio, pero que sea de adultos, porque jamás va a los correspondientes a los niños. En horas de la mañana sale de su casa y en su lengua  indescifrable se despide de su señora madre, pidiendo su santa bendición. Si encuentra un velorio, allí está hasta el momento del entierro. Reza a su manera, nadie le entiende porque desde los cuatro años perdió parte de sus facultades normales.
Entre sus hermanos existe un Sargento 1ro. de la Guardia Nacional, hoy en condición de retiro. Otros hermanos se han desempeñado  en cargos públicos y privados, pero todos siempre unidos en lazos de hermandad al lado de su querida madre  que pese a su edad los bendice todos los días.
En aquellos días en que “Campano”, no encuentra velorios donde cumplir con sus creados compromisos se va a un negocio donde expenden licores y se está allí hasta la madrugada, lo que se cree él considera “ratos de esparcimiento”. Para sus hermanos a él, le gustan las damas llamadas Marisol.
Campano es un hombre que para todos los que viven en esta ciudad, es un ejemplo de virtudes propias y con una devoción de despedir a quienes parten hacia la eternidad ...

 


*Tomando de la revista anual del Liceo Militar (G.N.) 4 de Agosto año 1.982.
. Escrito por el Sr. Jesús Velàsquez.

POLITO.

 (Fotografía perteneciente al archivo personal del
Sr. Julio Pineda)
Uno de los personajes populares más renombrado, por el pueblo de San Juan de Colón, es sin duda alguna, el famoso “Polo”, cariñosamente llamado “Polito”. Personaje típico de las décadas de los años sesenta y ochenta del presente siglo, que se constituyó por “sus salidas” en centro de atención de los pobladores de la siempre joven ciudad de las palmeras.
En un humilde hogar de la aldea Paraguay, jurisdicción del municipio Ayacucho, nace el día 27 de julio de 1.921, un varoncito que en la pila bautismal recibió por nombre Apolinar García Duque, que con el correr del tiempo el pueblo colonense rebautizaría como “Polo” o “Polito”.
Cuentan muchas personas que, Apolinar García, en su juventud y comienzo de su edad adulta fue un famoso chef de  cocina  internacional que trabajaba en barcos venezolanos y por tal motivo también pudo visitar varios países del mundo y conocer “harta” gente. Muchos suponen y hasta aseguran  que Polo tenía una buena cantidad de dinero en un determinado banco, pero que nunca pudo disfrutar porque la libreta de depósitos se le perdió, y ya caído en desgracia personal, nadie quiso atender sus requerimientos, ni sus reclamos.
En San Juan de colón trabajó un tiempo como “cocinero” en una conocida casa de citas ubicada por la calle cuatro, sitio éste que desde su apertura hasta hoy ha contado con una permanente clientela proveniente de las aldeas del municipio Ayacucho y también de su capital; San Juan de Colón.
En su niñez “polito” asistió a la escuela y aprendió a leer y a escribir, además de  un cúmulo de conocimientos que le sirvieron en la vida, aun en la etapa de su trastorno mental, que alteró de una manera total su modo de comportamiento y de vida.
Apolinar  o “Polo” como se le llamaba comúnmente, era un  hombre de frente amplia como la de los grandes intelectuales; sus pómulos eran “pronunciados”; su nariz grande y  aguileña; sus cejas pobladas y largas; de ojos  negros, pequeños, llenos de vivacidad. En su cara siempre graciosa, se notaba el rigor del trastorno y del hambre. En su pelo negro se intercalaban algunas canas, y lo lucía largo un poco más abajo de sus hombros, sus orejas eran grandes aunque sin  exageración, lucía escuálido bigote que se unía a una cómica “chiva” muy descuidada.
Sus brazos eran largos y huesudos, su figura era flaca, sin ser débil. Vestía descuidadamente, en ocasiones usaba paltó; regularmente llevaba en sus manos un trozo de madera que usaba como cayado, y en sus últimos años sobre sus espaldas cargaba un costal, en el cual metía diversidad de objetos y mendrugos de pan, que muchos colonenses voluntariamente le daban.
Sus modales y su voz tendían a ser los de un hombre refinado, tildándosele muchas veces por ello de afeminado, cuestión ésta que él tomaba como “bromas” y “muerganadas” de parte de quienes le enrostraban  sus defectos.
Polito, era un asiduo consumidor de chimó, y en muchas oportunidades tomaba licor.


Entre los gustos más notables de sus últimos años se encontraba el de ser un peregrino de las calles colonenses. No tenía lugar fijo donde comer o descansar por lo cual lo hacía donde le cayera la noche y donde algún menesteroso le tendiera su mano.
Se puede decir que era un hombre cómico o divertido, tanto por su comportamiento como por sus pícaras palabras con qué  obsequiaba a quienes se le acercaban para conversar con él, o a quienes simplemente se cruzaban con él en cualquier sitio y le decían cualquier tontería,  que inmediatamente él contestaba de forma singular y pintoresca.
Su vida se apagó una noche mientras dormía, producto de la desnutrición y la inanición; fue hallado muerto en la prolongación de la calle ocho a unos pocos metros de la carretera Panamericana el día 13 de febrero de 1.990.
El Concejo Municipal de nuestra ciudad se encargó de darle cristiana sepultura; una gran multitud le acompañó hasta su última morada.




San Juan de Colón, febrero de 1.991.
 
 





MEDIA VUELTA


Nació en la aldea Paraguay, jurisdicción del municipio  Ayacucho. Proveniente de un hogar netamente católico, recibió en la pila bautismal el cristiano nombre del apóstol de los gentiles “Pablo”
Su nombre completo es Pablo Mauro Contreras Castro y se conocía popularmente, no solamente es San Juan de Colón, sino en varios pueblos del estado Táchira como “Media Vuelta”.
Pablo Mauro, no asistió a la escuela; y nunca familiar ni particular alguno le tomó en cuenta para instruirlo cuando era muchacho y estaba en sus cabales.
En su hogar de la aldea Paraguay, al lado de sus padres el Sr. Felipe Contreras y la Sra. Genara Castro de Contreras vivió la inocencia de su niñez, y saliendo de ella --  de su niñez – como a la edad de nueve años, según relata su Sra. Madre, comenzó a sufrir de trastornos mentales; pues a esa edad se desnudaba, agarraba la ropa y se iba a vagar por el campo, lo cual hacía que sus padres le encerrasen, como posible solución al problema. Pero Pablo Mauro, a pesar de recobrar su sano juicio, sus ataques de demencia se hacían cada vez más constantes.
Según relato de su tío Pedro Contreras “como a los quince años de edad se cayó de un árbol de mamón con la cabeza hacia abajo, recibiendo un atroz impacto, que casi le hace perder la vida”. Unos días después cuando ya se había recuperado del daño “físico” que le ocasionara tan terrible costalazo, se fue a vagar por las calles de San Juan de Colón y de vez en cuando regresaba a casa de sus “viejos”. Pero un día Pablo Mauro, perdió totalmente la lucidez natural de su cerebro y nunca más volvió al hogar de sus angustiados y confundidos padres y hermanos. Su tío Pedro relató también que un médico que tuvo  oportunidad de atenderlo cuando sufrió la estruendosa caída del árbol de mamón dijo que: “como la caída de Pablo Mauro, había sido vertical – con la cabeza hacia abajo – con el fuerte impacto contra el suelo unos vasos sanguíneos de su cerebro se rompieron y unas gotas de sangre le cayeron en los sesos y esto ocasionó un trastorno mental constante del que nunca se repuso, a pesar de que desde su primer ataque de locura, hasta el día en que abandonó su hogar y a su familia definitivamente, sus padres le habían brindando dulces cuidados, especial atención y la ayuda médica que estuvo a su alcance”.
Desde el día en que Pablo Mauro, desnudo y con la ropa debajo del brazo, le dio-- nunca
decidió—por irse a peregrinar por las calles de San Juan de Colón, su vida fue un constante tormento – según vemos y analizamos los que estamos cuerdos – pues incivilizados y faltos de comprensión y de principios cristianos--, como los tuvo una vez en su inocente niñez Pablo Mauro, muchos habitantes del poblado, lo burlaban y lo escarnecían públicamente. Además sólo comía mendrugos de pan que le daban y una que otra vez un humilde plato de comida que algún colonense movido a compasión le brindaba. Su morada a partir de ese momento fueron los bancos de los parques y plazas públicas, alguna que otra acera, y muchas veces, solares abandonados, donde construía camas con cartones y trapos viejos que conseguía tirados en las calles.
Ante las burlas y los ultrajes verbales a que era sometido Pablo Mauro, constantemente por inescrupulosos de oficio, optó por ponerse a dar vueltas estacionarias --en un mismo sitio-- como un trompo solamente en un pie, pero comenzando los giros por un lado, se detenía de repente y comenzaba a girar en dirección contraría, por lo cual un buen día le dieron el sobrenombre de “Media Vuelta”.
A  partir de ese momento no tuvo descanso este desdichado ser humano, pues donde los muchachos le veían descansando o vagando por las calles de San Juan de Colón lo mofaban y si él no daba las vueltas que le habían  hecho merecedor  de su apodo, entonces le increpaban severamente y hasta lo amenazaban con piedras, correas, ramas y hasta con los puños para que comenzará a darlas. Siendo yo un niño tuve oportunidad de conocerlo y observé como lo golpeaban con sus puños o le daban correazos para que los “deleitara” con lo que ellos llamaban sus “medias vueltas” aunque en realidad muchas veces eran vueltas completas en ambos sentidos, pero estacionado en un mismo sitio y únicamente en un pie,  y otras veces a decir verdad eran incompletas.

Con el correr del tiempo Media Vuelta comenzó a peregrinar por las diferentes carreteras del estado  y “visitó” varios pueblos como Ureña, San Pedro del Río, La Fría, Borotá, Michelena, San Cristóbal, Lobatera y otros donde permanecía largos períodos de tiempo, lo que hacía que se notase un “vacío” en las calles de San Juan de Colón. A decir de muchos que fueron sus contemporáneos, Media Vuelta era “un gran amigo” del famosísimo “Muela e` Gallo”  personaje popular de la capital del estado, con el cual compartía el tiempo cuando se encontraba allí de visita.
Pablo Mauro Contreras Castro, durante el tiempo que vivió desposeído e sus sanos cabales nunca sufrió arrebatos de furia, ni se le temía por su violencia. Todo el tiempo fue manso y callado a pesar de que por su condición psíquica unos inescrupulosos y despiadados “cuerdos”  le colocaron una pesada cruz, que él cargo, cual nuestro redentor humildemente y sin decir palabra alguna por sufrir éste su segundo infortunio, pues el primero se lo jugó la vida entre sus nueve y quince años de edad.
     Un aciago día, su cuerpo fue víctima de un arrollamiento vial, y emprendió su última peregrinación hacia  el infinito, hacia la soledad profunda de la solitaria fosa, desde donde un día quizás Dios le llamará para el supremo bien de la paz celestial, de la vida eterna ...



San Cristóbal, Marzo de 1.992.